Almodóvar del Río, Córdoba
Aunque sólo sea por su castillo, Almodóvar del Río representa una estupenda escapada para disfrutar del sol andaluz. Construido originalmente en el siglo XVIII, esta fortaleza la visita perfecta para una mañana tranquila. Cerca del pueblo se puede disfrutar del Parque Natural de Hornachuelos, del embalse de La Breña o, por supuesto, un paseo por Córdoba para degustar su riquísimo salmorejo.
Bárcena Mayor, Cantabria
En el parque Natural de Saja y Besaya se encuentra, Bárcena Mayor, un coqueto pueblo situado entre un valle y varias colinas. Su belleza pintoresca se debe a sus caseríos típicos de la época fernandina. Se trata de casas orientadas al mediodía, con cortavientos y de dos pisos, en el primero destacan las portaladas, y en superior, los balcones de mampostería y madera. Además del pueblo, lo que merece la pena es el entorno natural, como por ejemplo la Cascada del Pozo del Amo, a escasos kilómetros del pueblo.
Briones, La Rioja
A 80 metros de altura mira Briones al resto de los mortales. Este pequeño pueblo al noroeste de La Rioja es posiblemente uno de los más bellos de la provincia y quizá también uno de los mejores para conocer la tradición vinícola de esta tierra.
Aquí te espera el Museo Vivanco de la cultura del vino, el más grande de toda Europa, con 300 hectáreas de viñedos. La Iglesia de Nuestra Señora de Asunción, de estilo gótico isabelino, es otro motivo más para visitar Briones y otra razón por la cual fue catalogado como Bien de Interés Cultural en 1973.
Betancuria, Las Palmas
La que fue la primera capital de todas las Canarias ha perdido con el tiempo el poder que le dio tal honor. Pero no pasó lo mismo con su monumentalidad, que ha sobrevivido como un oasis en el escarpado y yermo corazón de Fuerteventura .
La iglesia de Santa María sirve como faro que guía a las floridas calles que llegan hasta la plaza de Betancuria . En ellas, balcones de madera cubiertos de alegres flores resaltan ante el blanco impoluto de las paredes, que buscan reflectar como pueden la luz y el calor.
Casares, Málaga
Casares tiene el encanto de nuestras abuelas: huele a romero y pino, a comida recién hecha; es pulcro, blanquísimo y coqueto; sabe el nombre de los árboles y lleva y trae flores frescas; nos ofrece un regazo siempre tierno que invita a entrecerrar los ojos y acomodarse. Merece la pena recorrer sus plazuelas con pozos de cuento y placas que recuerdan que Casares, tierra de Blas Infante, ha bregado siempre por una paz igual para todos. ¿Una experiencia imprescindible? Contemplar el atardecer desde su castillo.
Valverde de los Arroyos, Guadalajara
El norte de Guadalajara esconde uno de los paisajes más insólitos de España. Se trata de los pueblos de la arquitectura negra, una serie de pequeños municipios que destacan porque todas sus construcciones están hechas de pizarra, como las que dan vida a Valverde de los Arroyos.
No sólo te enamorarán sus oscuras callejuelas, su encantadora plaza o la Iglesia de San Ildefonso, su entorno tampoco te dejará indiferente: no olvides visitar las famosas chorreras de Despeñalagua, un conjunto de cascadas con una caída de unos 80 metros de altura.
Cantavieja, Teruel
En el corazón del Maestrazgo , se esconde Cantavieja, un pueblo de trazado medieval que invita a perderse por sus rincones y a disfrutar de las inspiradoras vistas que ofrecen sus miradores. Además, esta localidad de Teruel cuenta con dos cuevas en las que deleitarse con la pintura rupestre: el Cerradico Casa Granja y la Masía del Tosco. Son también coordenadas de visita obligada: la Plaza de Cristo Rey, la Iglesia de la Asunción, el mirador de El Portillo y el castillo.
Castell de Guadalest, Alicante
A pesar del pequeño tamaño de El Castell de Guadalest, ubicado en la comarca de la Marina Baja, su particular encanto, su célebre castillo y su marcado pasado musulmán, le han valido para convertirse en uno de los pueblos más bonitos de Alicante (y de España) .
Edificios que se alzan en lo más alto de las rocas, las torres que quedan en pie del Castillo de San José y del de la Alcozaiba, un mar de blancas casas y escaleras de piedra, lugares tan asombrosos como la Casa Orduña, la iglesia parroquial o un museo de saleros y pimenteros son los principales atractivos de Guadalest . Sin olvidarnos de los colores del embalse homónimo, por supuesto.
Chinchón, Madrid
A escasos kilómetros de Madrid , Chinchón es un tesoro cultural y gastronómico en el que se han fijado los amantes de la historia, el enoturismo y hasta las estrellas de cine. A pesar de que se tienen datos de su existencia desde el neolítico, su primer paso importante fue en el siglo VIII con la construcción de la iglesia de San Andrés, que tiene un fascinante ábside románico.
Esta localidad situada en la zona de la vega del río Tajuña esconde joyas como el cuadro de Goya que reside en la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción o el castillo de los Condes, que brinda unas espectaculares vistas del pueblo.
Cehegín, Murcia
Cehegín es otro de esos casos de pueblo situado en cerro estratégico con su correspondiente consecuencia: skyline ondulado, casas que asoman de repente e iglesias coronando estas terrazas (en concreto la de la Magdalena) . El vértigo que generan el empinado trazado de sus calles se supera encontrando casas anónimas pintadas de azul y de otros colores descontextualizados.
Por el camino aparecen vestigios de lo que un día fue una muralla y algún que otro palacio ricachón como la casa Jaspe, el palacio de la Tercia o el de los Fajardo. Y sí, aquí también hubo un castillo, pero solo queda una plaza porticada con soportales para la solana.
Castellfollit de la Roca, Girona
Castellfollit de la Roca es ese lugar en el que las casas coquetean con las alturas y ponen a prueba tu vértigo. De perfil escarpado, una pared basáltica acoge en su parte más alta las construcciones de la localidad, mientras que a sus pies las aguas transitan tranquilas y apacibles por el cauce de los ríos Fluvià y Toronell.
Como recién salidos de un hechizo. Así son sus paisajes fascinantes, generados por la naturaleza, por el hombre o por la combinación de ambos. Prepárate para un viaje entre postales de cuento de hadas hacia la más intrigante belleza.
Deià, Mallorca
Deià es como un plato de mar i muntanya, pues posee lo mejor de ambos elementos. Una sucesión de cautivadoras casas de piedra se ubican entre la inmensidad del mar Mediterráneo y el flanco noroeste de la Serra de Tramuntana.
Aunque nuestras madres nos decían que “la avaricia rompe el saco”, Deià es un ejemplo viviente de que —solo a veces— es posible tenerlo todo. Un municipio repleto de belleza e inspiración para aquellos viajeros que ansían la Mallorca más sosegada, pero también para bohemios y eruditos como fue el caso del escritor británico Robert Graves.
Consuegra, Toledo
No hay mejor paleta de colores para pintar la cara de Castilla-La Mancha que aquella que componen los molinos de viento, verdaderos monumentos que salpican la Castilla ancha y plana como el pecho de un varón, como así recitaba Machado en sus versos.
Y si hay un lugar donde poder inmortalizar esa estampa, ese es Consuegra , una de las maravillas turísticas de la provincia de Toledo.
Consuegra es una localidad que arrastra más de dos mil años de historia. Desde la época pre-romana, por aquí pasaron todas las culturas que colonizaron la península ibérica, dejando tras de sí parte del legado cultural que, a día de hoy, conforma todo el patrimonio artístico y cultural del municipio.
Estella, Navarra
En Estella la piedra se convierte en talla y los muros se vuelven páginas para quien se detenga a leer el pasado. Pero al viajero también le esperan montañas, árboles y agua, que aquí son otra cosa.
No te pierdas la Iglesia de San Pedro de la Rúa y pásate también a visitar el Palacio de los Reyes.
Ledesma, Salamanca
Esta localidad de la provincia de Salamanca presume de patrimonio gracias a su recinto amurallado y las construcciones que lo rodean, pues fueron declarados Conjunto Histórico Artístico en 1975. Imprescindible la visita a la hermosa Iglesia de Santa María la Mayor y a la Casa Consistorial.
Un secreto a voces entre los gourmands de siempre es La Fernandica . Se enfadarán cuando sepan que compartimos su tesoro, pero todo vale cuando se trata de buen comer. En Ledesma, Tere Velasco y su hija reciben en su hogar, en el que algunas habitaciones han sido convertidas en comedores donde sirven platos caseros y reconfortantes.
Sin ápice de lujos, cargado de ruralismo, triunfan las patatas revolconas, las codornices, los callos, el monumental flan y un colosal carro de quesos en mesa camilla como broche (Cerezo 2, tel. 923 570 054) .
Puebla de Sanabria, Zamora
Puebla de Sanabria conserva un casco antiguo de película y, aunque en invierno la zona es realmente fría, en verano ofrece una playa fluvial al pie del pueblo con vistas al castillo, que es de lo más tentador. En cualquier temporada conviene guardar un rato para parar en Mesón Abelardo.
No está en la zona más turística del pueblo, pero es fácil de encontrar. En la carta de esta casa de comidas tradicional no faltan clásicos de la zona como los habones de Sanabria con pata, la sopa de cocido, el pulpo a la sanabresa, la lengua estofada o el morro de ternera.
Camina con calma por sus calles empedradas, visita su castillo del siglo XV y toma el aperitivo en la Posada Real La Cartería, un edificio del siglo XVIII cuyo bar y comedores se expanden por un laberinto de cuevas medievales con paredes empedradas (en algunos casos con sillares originales) y vigas de madera.
Los más pequeños se entretendrán pelando las castañas asadas (en la propia chimenea del bar) que acompañan a la consumición y los mayores, con las vistas al río Tera desde el mirador exterior al tiempo que probáis algún plato creativo en el que se utilizan ingredientes típicos de la zona, como una sedosa crema de ortigas con carabineros.
Mundaka, Vizcaya
Lo más obvio que te podemos decir acerca de Mundaka es que dejes de lado tus miedos y te lances a aprender a surfear (o a mejorar tu técnica) , que con el neopreno te va a dar igual el fresquito.
Pero ¡ay! si fuera eso todo lo que tenemos que decirte… Hay mucho más: disfrutar de sus monumentales calles y plazas, probar su famosa lubina en algún restaurante con vistazas como Casino o bichear sus tiendas y bares «alternativos», propios de la cultura de tabla y bañador. Dejate llevar.
Tazones, Asturias
La esencia marinera de esta villa asturiana es capaz de encandilar a cualquiera. Este pueblo de coquetas casas blancas con ventanas de colores, hórreos y barcas puede presumir de ser el idílico escenario que enamoró al Emperador Carlos V, donde llegó en el 1517. Este acontecimiento se celebra cada año con una recreación del desembarco, así como con actividades que en torno a la vida cotidiana de Tazones : confección y muestras de artes de pesca, teñido de velas, tejido de redes, subasta de pescados o asado de centollos y sardinas, entre otras.
Tui, Pontevedra
Tui es un precioso pueblo medieval de piedra a orillas del Miño, donde vale la pena perderse en el interior de sus antiguas murallas para ir descubriendo las sorpresas que esconde cada esquina: capillas, iglesias, conventos y todo tipo de restos de la presencia judía (existe una ruta temática) que se rematan con la catedral, cuyo origen se remonta al siglo XII y en cuya nave central veremos dos órganos aún en funcionamiento. A su lado tenemos la oficina de turismo, donde nos aclararán eficientemente cualquier duda.
Al salir del casco antiguo, topamos con el Paseo de la Corredoira, donde la casualidad vuelve a sonreírnos al encontrar montado el mercadillo, lleno de puestos de artículos de segunda mano con una gran cantidad de discos de vinilo, entre los que se pueden descubrir verdaderas joyas con un poco de paciencia.
Las terrazas de la plaza que hay junto a su quiosco de música son el lugar ideal para tomarnos un refrigerio, ahora ya acompañado de su correspondiente tapa.
Zafra, Badajoz
La llaman la pequeña Sevilla, pero no es andaluza. Uno de sus carteles turísticos tiene un error por enmendar desde hace años. No tiene una plaza mayor sino una Chica y una Grande… ¿De qué ciudad hablamos? De una de las localidades extremeñas con más carácter: Zafra .
De posible origen celta y en Tierra de Barros pacense, Zafra despliega su encanto tranquilo a la sombra de un pasado de judería y comercio, de nobles medievales y rutas romanas. Zafra está junto a la antigua Vía de la Plata romana y se habla de un origen celta (donde se llamaría Segeda) , pero es su pasado medieval el que destaca, siendo frontera entre los reinos taifas de Sevilla y Badajoz.
Fuente: Traveler
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