Llanes (Asturias)
Tossa De Mar (Girona)
Agárrense, que hay curvas. Exactamente 365. Sí, las hemos contado. Pero que nadie se asuste: para muchos, la carretera GI-682 que une Sant Feliu de Guíxols con Tossa de Mar es una de las más bonitas de España. Otra cifra más a tener en cuenta: la de los kilómetros, 21 en total. Pero merece la pena llegar al destino final. Ahí aguarda, entre calas y acantilados, un “paraíso azul”, según el pintor francés Marc Chagall, que así describió este antiguo pueblo de pescadores, con un centro histórico, la Vila Vella, que pasa por ser el único ejemplo de población medieval fortificada que todavía existe en el litoral catalán. Perderse por las callejuelas del interior del recinto amurallado es algo que hay que hacer antes de subir hasta el faro y contemplar las magníficas vistas sobre el Mediterráneo. La playa Gran tiene un encanto especial, recostada como está a los pies de la muralla, con esas torres cilíndricas de defensa que al caer el sol se reflejan sobre las aguas. Forman parte también de la bahía la pequeña platja del Reig, la de la Mar Menuda y la Banyera de Ses Dones.
Cambrils (Tarragona)
Lekeitio (Vizcaya)
Baiona (Pontevedra)
Peñíscola (Castellón)
Nerja (Málaga)
Fue el rey Alfonso XII quien propuso el nombre de Balcón de Europa con el que se conoce al mirador construido sobre los cimientos de un castillo musulmán. Las vistas sobre el Mediterráneo son impresionantes: si el día está despejado, se ve el continente africano. Siempre es un buen plan pasear por el casco histórico de la ciudad o visitar la famosa Cueva de Nerja, con más de 42.000 años de antigüedad. Todo un espectáculo de columnas, estalactitas, estalagmitas… y, aunque no se puedan ver, más de 500 pinturas rupestres. Hasta diez playas tiene entre sus límites Nerja. Entre ellas, la de Burriana y la de Carabeo, las más frecuentadas, la del Chorrillo, perfecta para hacer esnórquel, o El Playazo, la más larga. Hacia el oeste, rumbo a La Herradura granadina, la costa deja de ser suave y llana para transformarse en abrupta, recortada por los precipicios que forman el Paraje Natural Acantilados de Maro-Cerro Gordo, con pequeñas calas, como la del Pino. Para aquellos que fueron a EGB, una confirmación: sí, el barco de Chanquete aún existe.
Calella De Palafrugell (Girona)
Garachico (Tenerife)
Castro Urdiales (Cantabria)
Fue la burguesía vasca la impulsora de la construcción de palacios y edificios modernistas que fueron haciendo de esta localidad un importante núcleo turístico. Basta con dar una vuelta por sus calles para comprobarlo. Ahí están las Casas de los Chelines, la de Isidra del Cerro, la residencia de los Heros, el mercado de Abastos… Aunque lo que más llama la atención es su animado puerto, protegido por un promontorio rocoso donde se encuentra la gran joya del conjunto histórico-artístico de la villa: la iglesia de Santa María, el templo gótico más importante del norte de España. Junto a ella destacan el castillo, con un faro en una de sus torres, y el Puente Medieval, realizado en estilo gótico, cuya función era la de facilitar el acceso a la ermita de Santa Ana. Situada en el extremo más oriental de Cantabria, Castro cuenta con dos playas muy frecuentadas (Brazomar y Ostende) y otras dos más recogidas: El Pedregal, en el barrio de los Marineros, y El Pedregal Pocillo, entre acantilados.
Tarifa (Cádiz)
Famosa por ser la ciudad del viento, Tarifa es el único lugar de España en el que se puede disfrutar tanto del océano Atlántico como del mar Mediterráneo. Situada en el punto más al sur de la Península, solo 14 kilómetros la separan de las costas de Marruecos, cuyas montañas de las sierras del Rif se divisan en el horizonte. Fue allá por los años 70 cuando los primeros surferos empezaron a dejarse ver por aquí y, desde entonces, forman parte del paisaje, si bien la mayor parte de ellos ha añadido una vela de color a su tabla. No hay duda: los 35 kilómetros de costa con que cuenta el municipio son su principal reclamo. La playa Chica está especialmente recomendada para el buceo; la de los Lances Sur, para el kitesurf, y la de los Lances Norte, en un paraje natural, para avistar aves. Habrá que desplazarse un poco más si lo que se quiere es visitar la playa de Bolonia, junto a las ruinas de la ciudad romana de Baelo Claudia, con la duna que tanta fama ha dado al lugar. Pero Tarifa también tiene historia. Y mucha. De su casco antiguo, rodeado por una muralla medieval, destaca el castillo de Guzmán el Bueno, mandado construir por Abderramán III.
Hondarribia (Guipúzcoa)
En el extremo oriental de la costa vasca, en la bahía de Txingudi que forma la desembocadura del río Bidasoa junto a la playa. Estas son las claves que nos ayudarán a encontrar a la hermosa Hondarribia, que en 2010 fue noticia gracias a un artículo en The New York Times titulado Explosión gastronómica en un pequeño pueblo del País Vasco. Pero hasta aquí no se viene solo a comer kokotxas de merluza en salsa verde. Para empezar, hay que visitar el casco antiguo, que sorprende por el trazado en cuadrícula de sus angostas vías, con una calle Mayor adoquinada a la que se accede tras cruzar la puerta de Santa María, en cuyo escudo de armas se puede leer: Muy noble, muy leal, muy valerosa y muy siempre fiel Fuenterrabía. Forman parte de su patrimonio histórico-artístico el Ayuntamiento de estilo barroco, la Casa de Zuloaga, el Palacio de Casadevante, la Casa Iriarte, la de Ladrón de Guevara y la de Eguiluz, donde se alojaron Juana la Loca y Felipe el Hermoso. Aunque es la Plaza de Armas, con el castillo de Carlos V y la iglesia de la Asunción y el Manzano, el verdadero centro neurálgico. El barrio de la Marina recuerda, con sus casas de colores, que esta es morada de pescadores.
El Golfo (Lanzarote)
Para llegar hasta este pequeño pueblo de pescadores hay que dirigirse hacia el suroeste de la isla, justo en el límite del Parque Nacional de Timanfaya. El Golfo está rodeado por todas partes de la lava procedente de las erupciones que tuvieron lugar entre los años 1730 y 1736. Una vez aquí solo habrá que caminar cinco minutos para descubrir uno de esos regalos de la Naturaleza. Hablamos del Lago de los Clicos, también conocido como el Charco Verde por su característico color debido a la presencia en sus aguas de abundantes organismos vegetales en suspensión. El lago está dentro del cráter de un volcán y en él está prohibido bañarse, no así en la fantástica playa de arena negra con la que se conecta al océano Atlántico. Después ya solo queda disfrutar de esa paz absoluta que se respira en las calles de El Golfo, siempre idílico con sus barquitas y casas blancas.
Ribadeo (Lugo)
El marqués de Sargadelos fue el impulsor de esta bella localidad gallega en la Mariña Oriental, a solo unos pasos de Asturias. Vertebrada por el río Eo, de ahí su nombre, que desemboca aquí mismo formando una preciosa ría, es esta una ribera privilegiada en ascensión desde Porcillán y Cabanela hasta el mirador de la Atalaya. Pero antes que nada conviene pasear para descubrir, uno a uno, sus monumentos: la Casa Consistorial –de estilo neoclásico–, la Torre de los Morenos –de impronta modernista– y el fuerte de San Damián, del siglo XVIII, construido para defender el puerto y la entrada a la ría. Para contemplarla en toda extensión lo mejor es acercarse hasta el mirador de la Santa Cruz, aunque hay otros estupendos balcones, como O Cargadoiro, antigua zona de carga de hierro, y la Illa Pancha, donde se alza el faro. Pero si Ribadeo es famosa en el mundo entero es por esa maravilla que se encuentra en sus inmediaciones: la praia de As Catedrais. Para caminar bajo sus arcos naturales tiene que haber bajamar. Que nadie se olvide reservar su entrada (ascatedrais.xunta.gal).
Sitges (Barcelona)