Los paseos por la playa más bonitos de España

Llanes (Asturias) 

Llanes, Asturias | jon chica parada / ISTOCK
Mucho antes de que el director de cine Juan Antonio Bayona reconvirtiera el palacio de Partarríu en su orfanato particular, otros creadores pusieron sus ojos en Llanes. Entre ellos, el artista vasco Alonso Ibarrola, autor de los Cubos de la Memoria, una colorida intervención sobre los bloques de hormigón de la escollera del puerto. Primera aproximación al mar. Segunda: la playa de El Sablón, en pleno centro, aunque hay muchas más en las inmediaciones, como la de Gulpiyuri, cerrada al mar, o la de Torimbia, de arena blanca. Más allá del rumor de las olas cántabras, esta villa marinera existe. Su casco antiguo es uno de los mejor conservados de la provincia, con una cerca medieval que todavía mantiene parte de su trazado. En ella sobresale la Torre del Castillo, bastión circular que es todo un emblema, como lo es también la iglesia de Santa María del Conceyu, uno de los pocos ejemplos de gótico asturiano, y el Casino, edificio de inspiración modernista. ¿Las mejores vistas? Las del paseo de San Pedro, una espectacular alfombra de hierba que reposa sobre un acantilado.

Tossa De Mar (Girona)

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Agárrense, que hay curvas. Exactamente 365. Sí, las hemos contado. Pero que nadie se asuste: para muchos, la carretera GI-682 que une Sant Feliu de Guíxols con Tossa de Mar es una de las más bonitas de España. Otra cifra más a tener en cuenta: la de los kilómetros, 21 en total. Pero merece la pena llegar al destino final. Ahí aguarda, entre calas y acantilados, un “paraíso azul”, según el pintor francés Marc Chagall, que así describió este antiguo pueblo de pescadores, con un centro histórico, la Vila Vella, que pasa por ser el único ejemplo de población medieval fortificada que todavía existe en el litoral catalán. Perderse por las callejuelas del interior del recinto amurallado es algo que hay que hacer antes de subir hasta el faro y contemplar las magníficas vistas sobre el Mediterráneo. La playa Gran tiene un encanto especial, recostada como está a los pies de la muralla, con esas torres cilíndricas de defensa que al caer el sol se reflejan sobre las aguas. Forman parte también de la bahía la pequeña platja del Reig, la de la Mar Menuda y la Banyera de Ses Dones.

Cambrils (Tarragona)

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Es por el reflejo dorado que el Sol produce en la blanca y fina arena de sus playas el motivo por el cual buena parte del litoral de Tarragona recibe el nombre de Costa Daurada. Y ahí, justo en el centro, emerge Cambrils, con nueve kilómetros exactos bañados por el mar, unos a poniente y otros a levante del puerto, con su torre de vigilancia del siglo XVII, junto al Mollet del Rec, que servía para defender a la población de los piratas. Hay más torres en esta localidad cien por cien mediterránea: la de l’Esquirol, del siglo XIX, que servía para comunicar telegráficamente Valencia y Barcelona, y la de la Ermita, de estilo gótico militar, situada dentro del santuario de la Mare de Deu del Camí. También hay dos faros, uno rojo y otro verde, e incluso un árbol centenario, el pino redondo, declarado bien de interés local por su singularidad. En el barrio antiguo aún se conserva un pequeño tramo de las antiguas murallas y calles estrechas y pintorescas, como la de las Flores, que permiten viajar con la imaginación a otras épocas.

Lekeitio (Vizcaya)

jon chica parada / ISTOCK
Algo más de 7.000 habitantes pueblan la Noble y Leal Villa de Lekeitio, en la comarca de Lea Artibai, a orillas del golfo de Vizcaya. Pescadores de ballenas, aventureros y navegantes precedieron a los viajeros de hoy, fascinados por ese bravo Cantábrico que aquí forma, frente a la playa de Isuntza, una pequeña bahía, en cuyo centro, protegiendo el puerto y la playa, se alza la isla de Garraitz, risco calcáreo al que se puede acceder a pie durante la bajamar. A pie también hay que recorrer el casco histórico, con palacios, casas-torre, ermitas y una basílica, la de Santa María de la Asunción, del siglo XV, que guarda en su interior un magnífico retablo Mayor de estilo gótico hispano-flamenco. Después de pasear por el puerto, dos opciones: visitar el faro de Santa Catalina, que acoge el Centro de Interpretación de la Tecnología de la Navegación, o subir al monte Lumentza, desde donde se obtiene una estupenda panorámica.

Baiona (Pontevedra) 

Luis Costa / ISTOCK
Hasta 3.860 metros lineales de playa tiene Baiona, divididos en seis arenales (BarbeiraA Concheira, Os Frades, Ladeira, A Ribeira, Santa Marta), integrados todos en el centro urbano. Un aliciente más para visitar el primer lugar de Europa que tuvo noticias sobre el descubrimiento de América, al llegar hasta su costa La Pinta, una de las carabelas de Cristóbal Colón. De ella existe una réplica en uno de los muelles del puerto, en cuyo interior se ha instalado un pequeño museo. Bañada por el Atlántico, Baiona, en las Rías Baixas, presume de raíces marineras, como queda reflejado en el monumento de la Virgen de la Roca, realizada en granito sobre las rocas del monte Sasón, con una barca-mirador a la que se accede tras subir una escalera de piedra. Pero hasta aquí se llega no solo a mirar. También a caminar: por el paseo marítimo, por el casco antiguo poblado de tabernas o siguiendo la muralla de la fortaleza de Monterreal, en la península de Monte Boi, desde cuyo punto más alto se disfruta de una preciosa puesta de Sol sobre la ría y las islas Cíes.

Peñíscola (Castellón)

Peñíscola, Comunidad Valenciana | Wiki Commons
Los amantes del cine clásico la recuerdan por ser el escenario donde Charlton Heston se metió en la piel del Cid Campeador. Los más jóvenes, por ser lugar elegido para la serie Juego de Tronos. Su ubicación lo es todo: Peñíscola se alza sobre una gran mole rocosa, rodeada por todas partes de agua menos por un istmo de arena que la mantiene firme a la tierra. Es casi una isla, amurallada, dominada por un castillo cuyo morador más ilustre fue Benedicto XIII, el Papa Luna, que desde aquí ejerció como sumo pontífice enfrentado Roma, en pleno Cisma de Occidente. Así, pues, lo primero que hay que hacer es adentrarse en tan singular baluarte, con estancias románicas y góticas, mazmorras, habitaciones, una iglesia… ¡y qué vistas! Fuera de él habrá que buscar al otro protagonista de la localidad: el bufador, un agujero natural, entre las murallas y las casas, que se comunica con el mar; cuando hay temporal, las aguas emergen a gran presión de él. Peñíscola es amable en sus calles estrechas; en su mesa, donde nunca faltan langostinos de Vinaròs, y en sus playas, dos de las cuales se abren a ambos lados del casco antiguo.

Nerja (Málaga)

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Fue el rey Alfonso XII quien propuso el nombre de Balcón de Europa con el que se conoce al mirador construido sobre los cimientos de un castillo musulmán. Las vistas sobre el Mediterráneo son impresionantes: si el día está despejado, se ve el continente africano. Siempre es un buen plan pasear por el casco histórico de la ciudad o visitar la famosa Cueva de Nerja, con más de 42.000 años de antigüedad. Todo un espectáculo de columnas, estalactitas, estalagmitas… y, aunque no se puedan ver, más de 500 pinturas rupestres. Hasta diez playas tiene entre sus límites Nerja. Entre ellas, la de Burriana y la de Carabeo, las más frecuentadas, la del Chorrillo, perfecta para hacer esnórquel, o El Playazo, la más larga. Hacia el oeste, rumbo a La Herradura granadina, la costa deja de ser suave y llana para transformarse en abrupta, recortada por los precipicios que forman el Paraje Natural Acantilados de Maro-Cerro Gordo, con pequeñas calas, como la del Pino. Para aquellos que fueron a EGB, una confirmación: sí, el barco de Chanquete aún existe.

Calella De Palafrugell (Girona)

juriskraulis / ISTOCK
Varado en el tiempo. Así se ha quedado este antiguo pueblo de pescadores del Baix Empordà, en plena Costa Brava. Tan atrapado en otra época como la propia playa de Port-Bo, repleta de barquitas frente a los voltes (porches) de las casas, utilizados antaño como lugar de tertulia entre pescadores, donde subastaban las capturas del día y cosían las redes. Los arrecifes rocosos situados entre la arena gruesa y el mar crean distintos ambientes en la playa, que se transforma en una espectacular grada en el mes de julio, durante la tradicional Cantada de Habaneras. Otros sones son los que se escuchan en el Festival de Música del cercano Cap Roig, también en verano. El jardín botánico del cabo de roca rojiza es una delicia, aunque no hay que marcharse de Calella tan rápido. Pasear por las calles de su casco histórico permitirá descubrir las típicas casas con cubierta inclinada de teja que aumentan aún más su leyenda de pueblo de postal. Por algo Joan Manuel Serrat comenzó a escribir aquí las primeras líneas de Mediterráneo.

Garachico (Tenerife)

Garachico.  | neirfy / ISTOCK
Cuentan los libros de Historia que entre los siglos XV y XVII Garachico se convirtió en el principal puerto de la isla. De él zarpaban navíos cargados de vino y azúcar hacia América y Europa, lo que hizo progresar económicamente a sus habitantes. Pero esa prosperidad tocó a su fin el 5 de mayo de 1706, cuando el volcán de Trevejo entró en erupción, sepultando prácticamente toda la villa. Garachico pasó a ser entonces un pueblo de pescadores, que, eso sí, había conseguido ganar, gracias al desastre, algo de terreno al Atlántico. La lava formó, de manera caprichosa, un brazo de mar conocido como El Caletón, con charcos –Las Viejas, Los Niños, Los Chorros…– que constituyen un conjunto de piscinas naturales con estupendas condiciones para el baño. Este es uno de los sitios preferidos de los que vienen de fuera, que encontrarán otros rincones de gran belleza, como la plaza de la Libertad, la Puerta de Tierra, el Muelle Viejo, la iglesia de Santa Ana y el castillo de San Miguel, cuyos orígenes se remontan al siglo XVI.

Castro Urdiales (Cantabria)

Castro Urdiales desde el mar.  | saiko3p / ISTOCK

Fue la burguesía vasca la impulsora de la construcción de palacios y edificios modernistas que fueron haciendo de esta localidad un importante núcleo turístico. Basta con dar una vuelta por sus calles para comprobarlo. Ahí están las Casas de los Chelines, la de Isidra del Cerro, la residencia de los Heros, el mercado de Abastos… Aunque lo que más llama la atención es su animado puerto, protegido por un promontorio rocoso donde se encuentra la gran joya del conjunto histórico-artístico de la villa: la iglesia de Santa María, el templo gótico más importante del norte de España. Junto a ella destacan el castillo, con un faro en una de sus torres, y el Puente Medieval, realizado en estilo gótico, cuya función era la de facilitar el acceso a la ermita de Santa Ana. Situada en el extremo más oriental de Cantabria, Castro cuenta con dos playas muy frecuentadas (Brazomar y Ostende) y otras dos más recogidas: El Pedregal, en el barrio de los Marineros, y El Pedregal Pocillo, entre acantilados.

Tarifa (Cádiz)

Tarifa, Cádiz | Jacek Jacobi / ISTOCK

Famosa por ser la ciudad del viento, Tarifa es el único lugar de España en el que se puede disfrutar tanto del océano Atlántico como del mar Mediterráneo. Situada en el punto más al sur de la Península, solo 14 kilómetros la separan de las costas de Marruecos, cuyas montañas de las sierras del Rif se divisan en el horizonte. Fue allá por los años 70 cuando los primeros surferos empezaron a dejarse ver por aquí y, desde entonces, forman parte del paisaje, si bien la mayor parte de ellos ha añadido una vela de color a su tabla. No hay duda: los 35 kilómetros de costa con que cuenta el municipio son su principal reclamo. La playa Chica está especialmente recomendada para el buceo; la de los Lances Sur, para el kitesurf, y la de los Lances Norte, en un paraje natural, para avistar aves. Habrá que desplazarse un poco más si lo que se quiere es visitar la playa de Bolonia, junto a las ruinas de la ciudad romana de Baelo Claudia, con la duna que tanta fama ha dado al lugar. Pero Tarifa también tiene historia. Y mucha. De su casco antiguo, rodeado por una muralla medieval, destaca el castillo de Guzmán el Bueno, mandado construir por Abderramán III.

Hondarribia (Guipúzcoa)

En el extremo oriental de la costa vasca, en la bahía de Txingudi que forma la desembocadura del río Bidasoa junto a la playa. Estas son las claves que nos ayudarán a encontrar a la hermosa Hondarribia, que en 2010 fue noticia gracias a un artículo en The New York Times titulado Explosión gastronómica en un pequeño pueblo del País Vasco. Pero hasta aquí no se viene solo a comer kokotxas de merluza en salsa verde. Para empezar, hay que visitar el casco antiguo, que sorprende por el trazado en cuadrícula de sus angostas vías, con una calle Mayor adoquinada a la que se accede tras cruzar la puerta de Santa María, en cuyo escudo de armas se puede leer: Muy noble, muy leal, muy valerosa y muy siempre fiel Fuenterrabía. Forman parte de su patrimonio histórico-artístico el Ayuntamiento de estilo barroco, la Casa de Zuloaga, el Palacio de Casadevante, la Casa Iriarte, la de Ladrón de Guevara y la de Eguiluz, donde se alojaron Juana la Loca y Felipe el Hermoso. Aunque es la Plaza de Armas, con el castillo de Carlos V y la iglesia de la Asunción y el Manzano, el verdadero centro neurálgico. El barrio de la Marina recuerda, con sus casas de colores, que esta es morada de pescadores.

El Golfo (Lanzarote)

Para llegar hasta este pequeño pueblo de pescadores hay que dirigirse hacia el suroeste de la isla, justo en el límite del Parque Nacional de Timanfaya. El Golfo está rodeado por todas partes de la lava procedente de las erupciones que tuvieron lugar entre los años 1730 y 1736. Una vez aquí solo habrá que caminar cinco minutos para descubrir uno de esos regalos de la Naturaleza. Hablamos del Lago de los Clicos, también conocido como el Charco Verde por su característico color debido a la presencia en sus aguas de abundantes organismos vegetales en suspensión. El lago está dentro del cráter de un volcán y en él está prohibido bañarse, no así en la fantástica playa de arena negra con la que se conecta al océano Atlántico. Después ya solo queda disfrutar de esa paz absoluta que se respira en las calles de El Golfo, siempre idílico con sus barquitas y casas blancas.

Ribadeo (Lugo)

Ribadeo, Galicia | Wiki Commons

El marqués de Sargadelos fue el impulsor de esta bella localidad gallega en la Mariña Oriental, a solo unos pasos de Asturias. Vertebrada por el río Eo, de ahí su nombre, que desemboca aquí mismo formando una preciosa ría, es esta una ribera privilegiada en ascensión desde Porcillán y Cabanela hasta el mirador de la Atalaya. Pero antes que nada conviene pasear para descubrir, uno a uno, sus monumentos: la Casa Consistorial –de estilo neoclásico–, la Torre de los Morenos –de impronta modernista– y el fuerte de San Damián, del siglo XVIII, construido para defender el puerto y la entrada a la ría. Para contemplarla en toda extensión lo mejor es acercarse hasta el mirador de la Santa Cruz, aunque hay otros estupendos balcones, como O Cargadoiro, antigua zona de carga de hierro, y la Illa Pancha, donde se alza el faro. Pero si Ribadeo es famosa en el mundo entero es por esa maravilla que se encuentra en sus inmediaciones: la praia de As Catedrais. Para caminar bajo sus arcos naturales tiene que haber bajamar. Que nadie se olvide reservar su entrada (ascatedrais.xunta.gal).

Sitges (Barcelona) 

A pie del macizo del Garraf, bañada como ninguna otra por el Mediterráneo. Sitges es agua y es luz, fuente de inspiración de artistas. Santiago Rusiñol y Ramón Campos fueron dos de los pintores que, atrapados por su magia, atrajeron a otros creadores hasta hacer de este lugar un centro de difusión del modernismo catalán. Hay muchos museos que ver: el de Cau Ferrat, el de Maricel, el Romántic Can Llopis y la Casa Bacardí, en el Mercat Vell, reconvertida en centro de visitantes para profundizar en la historia del municipio. Cuenta con 18 kilómetros de costa repartidos en un sinfín de playas, algunas junto al paseo, con vistas al centro histórico. La silueta asimétrica de la iglesia de San Bartolomé y Santa Tecla, construida en el siglo XVII casi sobre el mar, es una de las imágenes más características de la villa.

Fuente: El Periódico

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