Viajes para disfrutar de la naturaleza

Paisajes que parecen sacados de otro planeta, playas que no tienen mar, cascadas llenas de arte… Hay otros mundos, pero están en este: pequeños paraísos de aquí al lado que solo esperan ser descubiertos.

1. Unas cuevas especiales

Atalayas, graneros, caballerizas o hasta viviendas. Las funciones de estas cuevas -o covarrones, como se llaman en la región- son tan versátiles como sus emplazamientos. Su origen tampoco está claro, aunque parece que fueron los almohades del poblado Los Algarves los primeros en ocuparlas, en el siglo XII. En la actualidad son un potente imán turístico en la zona y algunas están reconvertidas en hotel rural.

2. En todos los sentidos

No es una frase hecha: si te dicen que vas a disfrutar de este camino con los cinco sentidos, créetelo y dájate llevar por el tacto de las hojas de laurisilva o por el aroma de los naranjos silvestres. Estás en el Sendero de los Sentidos, la ruta más sensual del Parque Rural de Anaga, un antiguo camino real que unía esta misma localidad con La Laguna, en el noroeste de Tenerife.

3. La senda de Unamuno

Las cataratas de Niágara solo superan en 2 metros (alcanzan los 52) a los que forma el río Uces, afluente del Duero, en plenos Arribes, un territorio repartido entre Masueco de la Ribera y Pereña. La nube de vapor que rodea este paisaje emocionó de tal forma al mismísimo Miguel de Unamuno que el enclave cambió su nombre de Pozo de los Humos por el de Senda de Unamuno.

4. En tierra de cigüeñas

Si te gusta la naturaleza y en especial las cigüeñas, disfrutarás a tope en este enclave riojano. Estás en un pequeño paraíso en el que más de 500 de estos pájaros han construido su hogar. Pero lo más peculiar de esta colonia de cigüeñas blancas es que casi todas las parejas han elegido la Colegiata de San Miguel -un templo del siglo XVI declarado Monumento Histórico-Artístico- para sus nidos. La localidad cuenta también con un Centro de interpretación con webcam incluida: El Show de Truman en versión cigüeña.

5. Estas minas son marcianas

Tierras azuladas, aguas rojizas, balcones con una rara paleta de colores naranja… Parece que alguien hubiera añadido un extraño filtro fotográfico a este paisaje onubense, pero la explicación es más sencilla: las aguas que atraviesan este yacimiento -el mayor a cielo abierto de Europa- tienen un pH muy ácido y son ricas en sales ferruginosas, tanto, que la NASA estudió los microorganismos que viven aquí por su posible similitud con los de Marte. Puedes ver todo esto -y entrar en la mina, viajar en tren…- en el Parque Minero de Riotinto.

6. La Siberia extremeña

Pero… ¿por qué este nombre? Es lo primero que te preguntarás al llegar a Herrera del Duque y ver este vergel de casi 3.000 km2 que crece en el noreste pacense, lejos de la idea de frío y aridez con que asociamos la Siberia. Te encantará la oferta de actividades acuáticas en sus cinco pantanos: tres en el Guadiana y dos en el Zújar. Y como la cosa va de sorpresas, un dato refrescante: esta comarca es, junto con La Serena, la zona con más costa interior de España.

7. Un río que va y viene

Seguir el curso de un río a bordo de un catamarán navegando sobre un pasillo de agua encajonado entre paredes verticales… No estamos en los Arribes del Duero –el famoso paisaje entre España y Portugal– sino en uno igual de interesante pero en tierras ibéricas. Son los Cañones del Sil, una garganta con desniveles de 500 metros que este río excava cerca de su unión con el Miño, en la Ribeira Sacra. Si a ras de agua te parece imponente, espera a verlo desde arriba.

8. El pozo azul

Al sur de la cordillera cantábrica, entre buitreras y paredes que caen casi verticalmente, encontrarás la cavidad subacuática más larga del país. Es el Pozo Azul, un espacio de aguas limpísimas y frías –la temperatura no sube de los 12ºC–, lo que explica la abundancia de truchas. La tranquilidad de este paraje situado en Covanera y el impresionante azul turquesa de sus aguas solo se rompe algún fin de semana, cuando recibe amantes de los viajes reposados y espeleólogos, atraídos por sus misterios acuáticos.

9. Los juegos del agua

Aparte de su belleza, el río Jallas tiene otra particularidad que lo hace especial: es el único de Europa que desemboca en una cascada, directamente sobre el mar. El concello de Dumbría, en la Costa da Morte, es el afortunado en acoger este mágico paisaje, dibujado a lo largo de los años con historias de princesas y encantamientos. Tres embalses –Fervenza, Castrelo y Santa Uxía– retienen estas aguas antes de que el río alcance el último tramo y desemboque sobre el Atlántico en una caída de 40 metros. En verano, además, puede verse este espectáculo con iluminación nocturna, todos los sábados, de 23 a 00 h, de forma gratuita.

10. Escenario vikingo

El desembarco que viven estas tierras gallegas a primeros de agosto es uno de los momentos más surrealistas del calendario veraniego. La fiesta vikinga es tan demoledora que le roba todo el protagonismo al escenario, sin embargo, Catoira es un lugar tranquilo y onírico. El único municipio gallego con molinos de viento, marea y agua, presume de un paisaje en el que todo confluye de forma natural, donde bosques, marismas y playas fluviales se encuentran en la unión del río Ulla con la Ría de Arousa.

11. Naturaleza plena

Abre bien los ojos, porque estás ante uno de los tesoros mejor guardados del Mediterráneo, una joya de la naturaleza muy cercana a puntos tomados por el turismo, como La Manga o el Cabo de Palos. Se trata del Parque Regional de Calblanque, un refugio para veraneantes que huyen de la masificación pero no renuncian a bañarse en un cala casi virgen o a tener el privilegio de ver especies endémicas, como el fartet, un pez en peligro de extinción. Además, cuenta con rutas señalizadas, puntos de observación de aves, acceso de bicis…

12. Proyecto Gaudí

Fuera de Cataluña, lo más importante que produjo el genio gaudiniano se encuentra en León. Se trata del Palacio Episcopal de Astorga, un imponente edificio que no se terminó hasta 1961 y que Gaudí abandonó antes de su finalización por discrepancias con el obispo. Además de admirar sus esbeltas torres, el color de su piedra y los ángeles del jardín, aprovecha para disfrutar de una dulce visita, la del Museo del Chocolate, un espacio dedicado a este producto que abrió en febrero del pasado año.

13. Una cola de caballo

La cascada de Arripas, la de la Cueva, la del Estrecho, las Gradas de Soaso y, finalmente, tras el río Arazas y una suave subida de unos 45 minutos, la Cola de Caballo, punto final de lujo de esta ruta acuática que transita por la parte menos conocida del valle de Ordesa. El agua de la lluvia y el deshielo se precipita por la roca en un zigzag casi vertical, dibujando el movimiento de la cola de un caballo, una refrescante instalación en 3D que puso a los Pirineos oscenses en el top ten de los buscadores de paisajes únicos.

14. En una playa pirata

Te proponemos abordar la isla mallorquina con un plan tan conocido por los amantes del aire libre como extraño para los que llegan aquí en busca exclusivamente de sol y playa. La ruta se llama Torrent de Pareis y es un cañón de 3 km que atraviesa la Sierra de la Tramuntana y discurre entre paredes verticales. Si ya echabas de menos una calita no te preocupes: el camino, declarado Monumento Natural, desemboca en Sa Calobra, una de las mejores playas de la isla y, tan escondida, que en el siglo XVI fue refugio de piratas en la zona.

15. Un baño en el infierno

Disfrutar el verano en un paraje como este, donde la sombra es escasa –la vegetación se reduce a matorrales– y la temperatura no baja de los 31º C tiene truco. Nuestra propuesta se aleja de los cerezos en flor de primavera y las cerezas de junio y viaja a la Garganta de los Infiernos para darse un chapuzón. Aquí, dejando atrás cascadas y saltos de agua, tenemos unas marmitas gigantes excavadas en la roca, Los Pilones, unas piscinas naturales llenas de agua helada.

16. La isla de las sabinas

La encontrarás también en el resto de las Canarias, pero es en El Hierro, donde la sabina ha adquirido la categoría de icono y es fácil ver su imagen en el logotipo de todo tipo de empresas. Hace millones de años, el centro de la isla estaba poblado con estos árboles, un número que fue mermando con la actividad volcánica y la tala. Los ejemplares que sobrevivieron permanecen así, centenarios y retorcidos, con una dramática silueta dibujada por los vientos alisios y sus ramas dobladas hasta casi tocar el suelo. Con las raíces hundidas en la mismísima piedra, este árbol es el más representativo de la isla y escuchar el viento azotando sus hojas es un espectáculo.

17. Este río tiene sombrillas

Además de su belleza –pertenece al prestigioso grupo de los Pueblos más Bonitos de España– Alcalá del Júcar es una localidad de selfie, sobre todo con la imagen del Puente Romano y el Júcar. También te encantará el antiguo castillo, sus cuevas fortificadas y su plaza de toros irregular, pero volvamos de nuevo al río: en verano puedes disfrutarlo con otro punto de vista y darte un buen chapuzón en su playeta, que se forma con la hoz del Júcar que entra en el pueblo. Aquí tienes varios chiringuitos, un pequeña isla fluvial y, en agosto, las fiestas patronales y el mercadillo de la cañada de Dominguillo.

Alcalá del Júcar (Albacete). www.alcaladeljucar.net

18. La Rambla Barrachina

Silencio absoluto, temperaturas extremas y una paleta de colores que reproduce toda la escala de los rojos, ocre y anaranjados. Si entornas los ojos, podrías pensar que estás en el Cañón del Colorado o en algún desierto perdido de Texas. Pero este paisaje está escondido en tierras aragonesas, a las afueras de la capital turolense, unos 4 km saliendo en dirección Cuenca por la N-330. Si estás en forma, te recomendamos afrontarlo con una suave caminata y disfrutar de este ritmo lento que lo envuelve todo, los graznidos que llegan de las buitreras y los diferentes tonos que provoca el sol sobre estas paredes según la hora del día.

19. La playa lejos del mar

Puede sonar extravagante que, siendo Asturias una de las comunidades con más y mejores arenales, te recomendemos encarecidamente que visites este, pequeño y de difícil acceso. Pero imagínate que caminas sobre un litoral de fina arena dorada y que ante ti tienes tierra adentro y a tu espalda… ¡también! Estamos en Gulpiyuri, una playa interior situada a unos 100 m de la costa y rodeada de prados. El agua le llega a través de un túnel excavado entre las rocas y por el que, como mandan las leyes, también suben y bajan las mareas. El minúsculo paraje, de apenas 50 metros, está entre Llanes Ribadesella y ha sido ya catalogado como Monumento Natural.

20. Tengo un capricho

En 1784, los duques de Osuna –y en especial la duquesa, protectora de artistas e intelectuales– crearon el Parque del Capricho, un oasis de naturaleza y cultura que aglutinaba a la pequeña burguesía de la época. El parque, que combina tres estilos de jardín –parterre francés, paisaje inglés y giardino italiano– es un juego ornamental donde no faltan laberintos, rosaledas y pequeños estanques. Aunque cada vez son más los visitantes que se acercan a este espacio verde, sobre todo en verano, cuando suele acoger conciertos de jazz o clásica, los madrileños son los primeros que desconocen su existencia, sin embargo, la visita es altamente recomendable, sobre todo ahora, con un búnker de la Guerra Civil reabierto.

Fuente: Elle

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