Dice el topicazo que los mejores lugares donde comer son aquellos donde hay camiones parados, pero sabemos que no siempre es fácil o barato ir a un área a comer -por ejemplo, si se viaja en autobús-, y que no es oro todo lo que reluce en el mostrador iluminado por fluorescentes. Aunque las empresas de transporte se han esforzado por mejorar la oferta en los últimos años -aerolíneas y trenes han apostado, a veces con resultados desiguales, por menús elaborados por chefs de relumbrón-, comer sobre la marcha sigue siendo a menudo una condena a la triple ch: chocolatina-chips-sándwich.
Naturalmente, hay alternativas a ese bucle insano. En El Comidista hemos consultado a dos grandes de la cocina para que nos den sus ideas y alguna receta que nos acompañe en nuestro viaje: Xesco Bueno y Jordi Bernús. Bueno es el alma del restaurante Ca l’Esteve, de Castellbisbal, y autor del libro Escuela de arroz (Larousse), y comenta que hay muchas elaboraciones que, de por sí, viajan muy bien. «Unas papas aliñás, un lomo a la sal con escalivada, una empanada de cualquier cosa o empanadillas son grandes candidatos».
Uno de ellos es la receta que te ofrecemos al final, obra de Bernús, nuestro otro chef. Veterano de elBulli, ha pasado por restaurantes con estrella Michelin de diversos lugares del mundo y ha trabajado en Indonesia y Jordania y abrirá a finales del verano Sants Es Crema en el barrio barcelonés que lo vio nacer. Por su profesión, este cocinero ha tenido que comer en tránsito muchas veces, y apunta que no siempre es fácil. «Suelo comer en los aeropuertos, antes de subir al avión, o parar en algún lado. Aunque en teoría se puedan meter cosas de comer en el avión, en Asia por ejemplo cada país tiene su normativa. Así que es fácil que te pongan pegas. En carretera sí es más sencillo; solo hay que vigilar que sean cosas que aguanten bien el calor. Por ejemplo, las tortillas tienen que estar bien cuajadas –no estilo Betanzos– y, en la medida de lo posible, llevar algo que podamos usar para enfriar un poco como latas de bebidas».
¿La neverita de camping? «Jajaja, para las bebidas. A ver, si solo tenemos que hacer una comida en el trayecto realmente no vamos a necesitar mucha refrigeración. Y si vamos a hacer varias, entonces lo suyo ya es parar a comer en algún sitio o a cocinar algo». Los favoritos sobre ruedas de Bernús son croquetas, pasta gratinada o carnes frías como rosbif. Para envolverlas recomienda «la envasadora al vacío o, a falta de ella, papel film y papel de plata». Dice no ser muy partidario de los tápers porque «luego hay que cargar con ellos y no siempre hay donde lavarlos».
Tanto Bueno como Bernús consideran que para evitar la parada técnica lo más sencillo es tener un poco de previsión. El chef de Ca l`Esteve sugiere, por ejemplo, panes rellenos con arenque, anchoas, chocolate o chorizo. «El bollo preñao o la clotxa de toda la vida son comidas viajeras. Igualmente, las cositas hechas al baño maría en botes: una quinoa guisada con verduritas, arroz salvaje, trigo cocido… todo esto, si lo preparas al baño maría, ya está listo para la carretera. Sólo hay que abrirlo y aliñarlo», zanja Xesco Bueno.
¿Y en los vuelos?
En teoría, dentro de la Unión Europea no está prohibido entrar con comida a los aviones (ni líquidos de hasta 100 ml, lo cual nos permite llevarnos un botecito con vinagreta o sobres de ketchup y mahonesa individuales). Aunque la cosa se complica cuando hablamos de líquidos congelados o quesos de pasta blanda, que nos pueden causar un disgusto en el control de acceso.
Recuerda que, en cualquier caso, estos líquidos deben ir envasados individualmente y todos ellos tienen que ir en la típica bolsa de plástico transparente. En los aviones, sin embargo, contamos siempre con el recurso de pedir agua caliente, que no es ninguna tontería. Servidora recuerda un vuelo desde Londres en el que lo primero que hizo un grupo de turistas chinos fue pedir al personal de cabina que les llenara sus termos. A los diez minutos estaban todos ellos comiendo ramen instantáneo como si no hubiera un mañana.
Este truco sirve también para preparar puré de patatas y, si me apuras, sopa de miso. «Hombre, hacer apaños de estos en el avión es factible y más si entramos en el mundo de latas y conservas», ríe Bernús, «otra cosa es si vale la pena y si vamos a molestar a los vecinos». El truco del agua caliente, por cierto, también puede emplearse en una habitación de hotel que solo cuente con un calentador para hacer café instantáneo.
Cómo evitar las guarreridas de gasolinera
Además de la facilidad -o no- de preparación y transporte, otro factor a tener en cuenta con las comidas viajeras es el de su calidad nutricional. Los largos trayectos en coche o tren parecen pedir a gritos la ingesta de guarrerías, aunque sea para matar el aburrimiento. Pero, como decíamos al principio, hay otras opciones: estos dos medios de transporte solo tienen como restricción lo que podamos cargar.
Unos yogures y una tarrina de frutos rojos o hummus y verduritas o garbanzos tostados al horno son algunas de las alternativas a las patatas fritas que podemos tener en cuenta. Si nos llevamos las bebidas heladas de casa, estas cumplirán la doble función de hidratarnos y de mantener el frío. Cítricos cortados, hierbas o infusiones para macerar en frío le darán un punto extra a las bebidas que nos evitará parar en la primera máquina expendedora que se nos cruce.
Un truco más que añade el chef Bueno, aplicable también a la cocina en campings o en algunas áreas de servicio, es aprovechar los microondas que hay, a veces, para calentar biberones o platos preparados. «Un cucurucho fabricado en papel de horno, como si fuera una papillote, con macarrones, tomates cherry o semisecos, orégano, mini mozzarella, mantequilla, aceitunas… lo calientas un minuto y tienes un plato brutal». Con todos estos trucos, no hay que olvidar tampoco la comodidad. Importante llevarse una bolsa de plástico para evitar el síndrome del coche lleno de envoltorios, alguna que otra servilleta y, sobre todo, cierto equilibrio para evitar los volantazos… literales o gastronómicos.
Y, como lo prometido es deuda, aquí tienes la receta de Jordi Bernús.
ENSALADA DE PASTA PICANTE PARA VIAJAR
Dificultad
La de hacer un viaje a la nevera.
Ingredientes
Para 2 personas
Para la vinagreta
- 20 g aceite de sésamo
- 55 g aceite de oliva virgen
- 25 g de zumo de lima verde
- 15 g salsa de soja
- 2 g shichimi togarashi
- 2 g jengibre
- 1 ajo pequeño
Para la ensalada
- 100 g penne rigatte
- 100 g tomate cherry
- 2 cebollas tiernas pequeñas
- 1 pechuga de pollo pequeña
- Medio aguacate
- 1 rábano
- Cilantro fresco
- Alga wakame
- 5 g semillas de sésamo negro
Preparación
- Poner a remojar el alga. Para la vinagreta, pelar el ajo y triturarlo con el resto de ingredientes en el túrmix.
- Cocer la pasta y reservarla.
- Cortar el pollo a dados de un centímetro, más o menos. Saltear los dados ligeramente en unas gotas de aceite hasta que estén dorados, y añadirles una cuarta parte de la vinagreta justo al retirarlos del fuego.
- Cortar el alga, escurrida, groseramente. Cortar el rábano en juliana (vamos, en tiras finas). Deshojar y lavar el cilantro.
- En una sartén seca, tostar ligeramente el sésamo (se nota porque empieza a despedir aroma a tostado). Cortar en juliana la parte verde de la cebolla tierna. Cortar el aguacate a dados.
- Mezclarlo con la pasta, el rábano, el pollo, el aguacate, el alga y la vinagreta en un bol cuidando de no romper mucho la pasta. Poner la cebolla tierna y el sésamo por encima.
Fuente: El Comidista
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