Los pueblos más bonitos que ver en Castilla-La Mancha
Me apasiona el turismo de interior, con esas escapadas en coche o en cualquier medio que se precie las cuales se planifican con poco tiempo de antelación y terminan siendo un soplo de aire fresco con el que romper con el día a día. Viviendo en Madrid suelo recurrir bastante a Castilla-La Mancha, un territorio suficientemente amplio como para no terminarlo nunca y suficientemente atractivo como para mostrar orgullosa ese rostro bien perfilado por Cervantes en su carácter, sus paisajes y sus pueblos. Precisamente sobre este último aspecto, los pueblos, me gustaría incidir hoy por medio de una selección de “bellezas” que aviso está cargada de subjetividad. Tras recorrer en múltiples ocasiones esta comunidad autónoma creo poder estar en disposición de contaros cuáles son, bajo mi humilde punto de vista, los pueblos más bonitos de Castilla-La Mancha y en los que he tenido la suerte de estar.
¿Cuáles son los pueblos más hermosos y llamativos que ver en Castilla-La Mancha? No os perdáis esta lista de quince recomendaciones rurales que pueden merecer una visita y para los que no cabe decepción alguna.
Los 17 pueblos más bonitos que ver en Castilla-La Mancha
Antes de mojarme con esta selección de pueblos con encanto de Castilla-La Mancha me gustaría recalcar que se trata de una lista personal, de una opinión plasmada por escrito tan válida como la de cualquier otro. Sé que me quedaré corto y que este tipo de cosas tienden a ser injustas de inicio. Por lo que he tratado guiarme a través de mi experiencia y sensaciones en estos destinos que, os aseguro, son todos los que están aunque no estén todos los que son en realidad. Por otro lado no existe un orden del 1º al 17º en función de preferencias sino que los puestos vienen fijados por un mero criterio alfabético.
Ahora sí, vamos allá con los pueblos más bonitos de Castilla-La Mancha y un breve comentario de cada uno de los mismos:
Alcalá del Júcar o el orgullo albaceteño
Encaramado a la piedra de un meandro del río Júcar como su único clava ardiendo se alza un viejo castillo árabe que corona uno de los pueblos más pintorescos y de postal de la provincia de Albacete. Antes de subir por sus empinadas calles, incluso de asomarse en el puente romano, el viajero se queda boquiabierto con el emplazamiento superlativo de uno de los mejores rompedores de tópicos con los que cuenta La Mancha. Allí las casas blancas son parte de la propia montaña y vigilan desde su atalaya la hoz que el Júcar se ha ocupado de diseñar con un tesón medido en millones de años.
Alcaraz, Renacimiento en la cuna de Andrés Vandelvira
De Alcaraz fue el arquitecto Andrés de Vandelvira, el mismo que se encargó de forzar las leyendas renacentistas de Úbeda y Baeza, entre otras. Pues en esta villa albaceteña encaramada a los pies de una serranía verde este genio aprovechó su largo legado medieval, con castillo en altozano, para adecentarlo al estilo que imperaba en la época, el Renacimiento. Hoy día su Plaza Mayor se considera que está entre las mejores de Castilla-La Mancha y buena parte de la culpa la tiene el propio Vandelvira, con esa cercanía extrema de dos torres (la de la iglesia y la del Tardón) que conviene admirar desde todas las perspectivas y ángulos posibles para darse cuenta de que encajarían en una hipotética suma. Todo ello ligado a pórticos y edificios de lonja realmente magníficos.
Pero Alcaraz ofrece una pérdida apetecible en sus calles en busca de la intrincada portada de la aduana, de sus muchas casonas nobles y patios escondidos. Y ya de paso, desde allí, quebrar los tópicos de Albacete disfrutando de la Sierra del Segura y Alcaraz y su tremendo valor paisajístico y cultural.
Almagro, un pueblo anclado en el Siglo de Oro
La particularidad de Almagro va más allá de su plaza rectangular y porticada, de sus casas solariegas y palacetes renacentistas. El que de por sí es uno de los pueblos más hermosos de Ciudad Real y de toda La Mancha cuenta con un rara avis que no lo fue tanto cuando se construyó en 1628. Y es que Almagro conserva a la perfección un corral de comedias, ese teatro popular durante el Siglo de Oro en el que las obras de Lope, Calderón o Cervantes fueron interpretadas para un público que no dudaba en vociferar durante la función si así era menester.
Esta localidad de nombre árabe (Almagro hace referencia a la arcilla rojiza) es una de las visitas clásicas en La Mancha durante los fines de semana y, sobre todo, durante cada mes de julio en que se celebra el Festival de Teatro Clásico de Almagro y se puede llevar a cabo un viaje en el tiempo, concretamente al Siglo de Oro español.
Os cuento más sobre este pueblo manchego en el artículo titulado Almagro, la Plaza Mayor de La Mancha, con un montón de recomendaciones para escaparse a conocerlo, descifrar su apasionante historia e idear rutas por los alrededores.
Atienza, la roca del Cid Campeador
En el Poema de Mío Cid, cuando el campeador iba camino de su destierro se refiere al castillo de Atienza como “una peña mui fuert”. Una breve definición en castellano antiguo que describe a la perfección esta fortaleza que se yergue sobre un promontorio rocoso. Sólo la torre del homenaje convertida en la proa de un navío en mitad de Castilla deja entrever qué es roca y qué es construcción. De origen árabe y modificación cristiana alentada por el rey Alfonso VI vigila un conglomerado de calles estrechas, portones e iglesias que conforman uno de los mejores conjuntos urbanos de la Edad Media y, por tanto, una de las escapadas más recomendables en la provincia de Guadalajara que se suele combinar con Sigüenza.
Un imprescindible en toda la ruta de castillos de Guadalajara que se precie junto a Sigüenza, Jadraque, Torija o Molina de Aragón.
Ayna, el pueblo de “Amanece, que no es poco”
Dicen de la comarca de la Sierra del Segura que allí se posa “la Suiza manchega”. Y es que quienes sean tan ingenuos de creerse que esta provincia es sólo llanura y consta de la autovía de Levante con cuatro gasolineras que venden navajas, “Miguelitos de la Roda” y casettes de El Fary les recomiendo que le echen un buen rato de curvas para asomarse a la garganta del río Mundo y encontrarse con Ayna. Allí, al parecer, el sol nace por el lado opuesto donde debería, o eso al menos nos mostró José Luis Cuerda en la película más surrealista jamás contada, Amanece que no es poco, que fue rodada tanto en Ayna como en las localidades vecinas de Liétor y Molinicos. De hecho existe la ruta de Amanece que no es poco, con los escenarios que aparecen en la filmación convenientemente señalizados.
Quién iba a decir que Albacete se gana a su público por medio de emplazamientos mayúsculos y alegorías del encanto rural que en Ayna se encuentra en casi cualquier rincón. Pero aquí la monumentalidad no la dan las calles sino los paisajes de vértigo que sostiene el pueblo así como el carácter afable de sus gentes.
Os cuento más sobre este pueblo manchego en el artículo titulado “En Ayna amanece, que no es poco” así como una ruta completa por la Sierra del Segura y Alcaraz para deshacer todos los tópicos posibles.
Belmonte, belleza más allá de un gran castillo
No ha habido mayor intrigador que el primer Marqués de Villena, Don Juan Pacheco, más poderoso que muchos reyes y que mantuvo en vilo, por no decir pánico, a Enrique IV y, sobre todo, a Isabel la Católica. En Belmonte, su lugar de nacimiento, mandó levantar uno de sus castillos más carismáticos en una mezcla de estilos que van del gótico al mudéjar así como la Colegiata de San Bartolomé. Pero la riqueza de Belmonte va más allá de su lado puramente monumental puesto que se trata de una villa en la que las calles de casonas blancas guardan una prodigiosa armonía que justifica por completo que muchos consideren a esta localidad como la más bella de Castilla-La Mancha.
Belmonte formó parte de la Ruta de Don Quijote que tuve la suerte de hacer en coche recientemente y que empecé apenas a un cuarto de hora de allí, en la emblemática Mota del Cuervo y su sierra de los molinos. Belmonte también cuenta con molinos de viento y uno de ellos se puede visitar su interior y ver cómo funciona. Si quieres saber qué ver y hacer en una escapada a Belmonte no te pierdas este artículo dedicado a la localidad conquense.
Brihuega, el pueblo fortificado con aroma a lavanda
Brihuega, jardín de La Alcarria, se trata de una hermosa villa sometida a los rigurosos cortados del río Tajuña. Un rey musulmán levantó en la localidad una alcazaba donde veranear pero quienes hicieron propio el castillo de la Peña Bermeja fueron los obispos de Toledo, sobre todo desde el siglo XIII cuando la figura de Ximénez de Rada hizo de Brihuega una de las poblaciones castellanas más importantes. Tanto este edificio como kilómetros de murallas encierran un conjunto histórico formidable y, sobre todo, muy vivo.
Las calles de Brihuega aguardan la visita de forasteros, quienes tienen a la vista en un corto paseo muchas de sus joyas más preciadas. Entre la Puerta de la Cadena y el Arco de Cozagón se sucede un paraje urbano de fuente, con una calle Mayor sostenida por columnas y la céntrica Plaza del Coso con un curioso tridente formado por el consistorio municipal, una vetusta cárcel de la época de Carlos III y unas cuevas laberínticas en el subsuelo excavadas por los musulmanes hace muchos siglos (y que se pueden visitar pidiéndolo en la carnicería). ¡Casi nada! Los templos de culto dedicados a de Santa María, San Felipe o San Miguel languidecen en una transición apreciable del románico al gótico. Otra visita imprescindible es la Real Fábrica de Paños (S. XVIII) que muchos confunden por su forma con una Plaza de toros.
Pero Brihuega ha alcanzado una fama inusitada en los últimos años, cuando ha sacado a la palestra su capacidad por traer a La Alcarria un pedacito de la Provenza francesa. Más de mil hectáreas de campos de lavanda y lavandines los cuales, cada mes de julio explotan con su floración, convirtiendo aquel inmenso jardín en un horizonte infinito color morado capaz de atrapar a los amantes de los mejores paisajes (y, por qué no decirlo, también del postureo más extremo).
GUÍA DE BRIHUEGA (PARA TODO EL AÑO)
Recién salida del horno esta guía de viaje a Brihuega con lo mejor que ver y hacer en la villa (tanto en tiempo de lavanda como en cualquier época del año) y saber sobre su historia, sus muchos monumentos y los mejores sitios donde comer o quedarse a dormir. La villa amurallada de Brihuega, al completo en esta publicación.
Campo de Criptana, tierra de gigantes
<<Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.>> No hay capítulo más conocido en El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha que aquel en el que Alonso Quijano embiste montado a Rocinante a un molino creyendo que era un gigante. Pues bien, todas las teorías coinciden que el escenario en el que se inspiró Miguel de Cervantes para tan célebre andanza literaria fue la sierra de los molinos de Campo de Criptana, Ciudad Real. Cuenta con nada menos que diez molinos de viento (hubo aproximadamente treinta durante el XVII) sustentados sobre una cima que deja ver cómo las calles de casas blancas y ornamentos azulados llegan hasta ellos.
Campo de Criptana es la esencia de la ruta del Quijote y pocos lugares son tan fotogénicos como este pueblo (quizás el que más tenga que ver en su versión molinera es precisamente el siguiente de la lista, Consuegra) .
Campo de Criptana es uno de los pueblos de La Mancha en los que parar sí o sí para hacer una ruta de molinos de viento junto a otros como Mota del Cuervo, Consuegra o El Romeral. Conoce los demás en este artículo.
Consuegra, la mejor postal del Quijote en Toledo
La provincia de Toledo se enorgullece de contar en Consuegra con su propia postal de molinos de viento en los que la gente se empecina en buscar también al caballero de la triste figura, Don Quijote de La Mancha. Y es que en el Cerro Calderico, muy por encima del núcleo de población, se extienden en una especie de cresta una docena de molinos junto a un castillo de origen árabe en el que murió en batalla uno de los hijos del Cid Campeador. Ya abajo, en el pueblo, destaca su Plaza Mayor con las balconadas del edificio conocido como “El Corredor” o la emblemática torre del reloj. También cuenta con pintorescas iglesias cristianas como San Juan Bautista, Santa María la Mayor o la iglesia del Santísimo Cristo de la Vera Cruz.
Durante el final de la etapa de mi viaje en coche por los escenarios de Don Quijote de La Mancha y otros paisajes cervantinos pasé, como era obligado, por Consuegra. En uno de sus molinos de viento (El Caballero del Verde Gabán) descubrí que acaban de abrir un capricho gastronómico, el “gastromolino” donde poder probar buenas viandas que son típicas en Castilla-La Mancha. Probablemente uno de los restaurantes más curiosos en los que he estado en toda mi vida.
Molina de Aragón o la mejor fortaleza medieval de España
Un rincón castellano tan extremo y apartado que fue y casi es de Aragón. Al abrigo de una imponente fortaleza nace uno de los pueblos más bonitos de Castilla-La Mancha. Y fríos, puesto que las temperaturas de este pedacito de Siberia en la provincia de Guadalajara suelen aparecer en todos los rankings de mínimas de los medidores meteorológicos de la Península Ibérica. Pero en Molina de Aragón el auténtico clima se mide refugiado en sus tabernas y chimeneas, en las fachadas de sus palacetes renacentistas y su morería de adobe y entramados de madera desgastados por el paso de los siglos.
Molina de Aragón logra detener el tiempo y convertir todo lo que pisa en Edad Media. Un pueblo con su propia judería, un románico cargado de pureza y la conciencia de ser una de los emplazamientos más fotogénicos en toda España. Además, con maravillas próximas como el Barranco de la Hoz, el Parque Natural del Alto Tajo y el castillo de Zafra, este último escenario del rodaje de la sexta temporada de Juego de Tronos.
Pastrana, la última morada de la Princesa de Éboli
Escribía el Premio Nobel Camilo José Cela en su famoso Viaje a La Alcarria: “A la mañana siguiente cuando el viajero se asomó a la Plaza de la Hora y entró de verdad para su uso, en Pastrana, la primera sensación que tuvo fue la de encontrarse con una ciudad medieval, una gran ciudad medieval”. Pero esta localidad alcarreña va más allá del medievo, puesto que se mece también entre los siglos XVI y XVII y sobre todo, en la figura noble que vivió un encierro en el Palacio Ducal hasta sus últimos días, la Princesa de Éboli. Un personaje apasionante digno de un “Juego de Tronos” a la española con Felipe II sentado al trono de hierro. Pero en Pastrana también hay espacio para Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, quienes fundaron importantes conventos carmelitas como San José o San Pedro respectivamente.
Pastrana es monumentalmente acogedora y su núcleo urbano, declarado Conjunto Histórico-Artístico, justifica sobradamente una escapada a la prolífica comarca de La Alcarria.
San Carlos del Valle, la plaza porticada de los Borbones en La Mancha
No lo busquéis porque seguramente no encontréis a San Carlos del Valle ni en guías de viaje ni en listados de “bellezas” manchegas. Este pueblo de Ciudad Real que sobrepasa por poco los mil habitantes, con Manolo el del Bombo como uno de sus hijos predilectos, se sitúa apenas a un cuarto de hora en coche de Villanueva de los Infantes y por el que no pasa una carretera principal guarda para sí uno de los mejores secretos de Castilla-La Mancha. Y no es otra que una plaza mayor porticada del siglo XVIIII que recuerda, aunque con mayores dimensiones, a los antiguos corrales de comedias.
Posee forma rectangular delimitada por 53 metros de largo por 21 de ancho. Viene rodeada de recias columnas de piedra soportan dos pisos con galerías adornadas con largas balaustradas de madera. Al costado se erige la iglesia parroquial del Santísimo Cristo de San Carlos del Valle, con recuerdos tanto churriguerescos como neoclásicos y figuras grotescas que parecen saludar a los visitantes (pocos) que llegan hasta aquí.
Sigüenza y la tumba del Doncel
Durante mi infancia ir a Sigüenza desde Madrid se convirtió en una de las escapadas predilectas de la familia, así que tuve la suerte de conocer bien tan emblemática ciudad castellana. Y, por supuesto, de enamorarme de ella. La misma cuyas torres de la catedral simulan los torreones almenados de un castillo y en cuyo interior yace con un libro abierto la figura de alabastro del Doncel en su sepulcro. La misma con una alcazaba de origen árabe utilizada hoy como Parador y que se vanagloria de que un fantasma regio pulule por sus dependencias. De plaza mayor porticada y palacetes de gran solera, Sigüenza se abalanza sobre cualquier listado de pueblos más bonitos de Castilla-La Mancha que se precie. No osa, ni osará, nadie quitarle este podio merecido.
Perteneciente a Sigüenza, la pequeña pedanía amurallada de Palazuelos permite combinar este viaje de viajes dentro de Guadalajara. Y con Pelegrina y sus ruinas medievales sobre el barranco del río Dulce, continuar una ruta de castillos de lo más interesante.
Tembleque, un pueblo en una plaza de La Mancha
Toda la vida viviendo en la calle Ocaña, muy cerca de la calle Tembleque de Madrid, y tardé 36 años en visitar a este pueblo toledano de curiosa denominación. Pero la espera mereció la pena cuando haciendo la ruta de Don Quijote de La Mancha me quedé estupefacto de la que podría ser una de las más asombrosas plazas mayores que había visto hasta entonces en la región. Una joya del siglo XVII que podría ser el ejemplo de lo que es una plaza manchega, de planta cuadrada y pórtico de columnas de granito que pasa a ser madera en la planta superior. Con ornamentos en las fachadas color blanco que dan para leerse como un libro. Y el suelo de arena, como centro de festejos en los últimos cuatrocientos años. Al igual que sucede con San Carlos del Valle, el pueblo se convierte en una plaza y viceversa.
Pero además Tembleque cuenta con elementos realmente interesantes, como la casa-palacio de las torres, que perteneció a Antonio Fernandez-Alejo, que era comerciante y Caballero de la Orden de Santiago quien hizo dinero en la América colonial el siglo XVIII y a su vuelta se empeñó en levantar una auténtica maravilla barroca.
A las afueras de Tembleque hay molinos de viento y resulta interesante detenerse si se está haciendo una ruta de este tipo. Siguiendo además por la autovía de la Andalucía se llegaría enseguida a la ya mencionada Consuegra.
Si queréis saber más sobre este pueblo no os perdáis el reportaje titulado “Tembleque y su fabulosa Plaza Mayor”.
Valverde de los Arroyos, la capital de la arquitectura negra
Un pueblo que representa a más pueblos. Valverde de los Arroyos es la base y capital para explorar los pueblos de la arquitectura negra a los pies del Pico Ocejón en plena Sierra de Ayllón donde las edificaciones de pizarra te trasladan a un entorno rural idílico. Elegir uno de los pueblos de la arquitectura negra guadalajareña resulta complicado pero quizás Valverde de los Arroyos sea el mejor ejemplo de un estilo que se ha mantenido inalterable en la zona.
Villanueva de los Infantes, armonía en la capital del Campo de Montiel
¿Qué decir de la capital del Campo de Montiel? Esta villa de la Ciudad Real se convirtió en la próspera sede de la Orden de Santiago e ilustres miembros fueron a pasar allí sus últimas días. El más conocido, Quevedo, quien tras perecer en una celda del convento de Santo Domingo y no pocos entierros descansa por fin en San Andrés. Pero durante el XVII, época de la que forman buena parte de los 150 edificios protegidos y los blasones de las fachadas solariegas que dibujan este mapa repleto de prodigios , anduvieron también Cervantes, Lope de Vega y otros prodigios del Siglo de Oro.
Recientemente resurgió Villanueva de los Infantes como el probable “lugar de La Mancha” de cuyo nombre no quiso acordarse el autor del Quijote. Pero ni siquiera este debate le hace falta para resurgir como uno de los destinos más interesantes y monumentales de Castilla-La Mancha.
Viso del Marqués, un pedacito de Italia en La Mancha
Ni el más pintado podría imaginarse que en la frontera manchega con Despeñaperros y la vecina Andalucía, en plena llanura, se dieran tantas rarezas. Como que haya un palacio renacentista italiano como el del primer Marqués de Santa Cruz, Don Álvaro de Bazán (héroe de Lepanto), que parece haberse teletransportado de la Toscana a La Mancha con techos y paredes pintados con detalladas escenas bélicas de la hasta entonces Armada invencible. Y que dicho palacio sea sede del Archivo General de la Marina cuando la playa más cercana queda a más de doscientos kilómetros. O que en la iglesia principal cuelgue un caimán traído de las Américas y haya descansado por una noche el cuerpo muerto de la reina católica Isabel de Castilla camino a su última morada en Granada. Por esto, por ser una sorpresa garantizada y un completo inusual, me hace especial ilusión incluir a Viso del Marqués en el cierre de esta lista (que, recalco, es personal y completamente subjetiva) de los pueblos más bonitos de Castilla-La Mancha.
Esta es mi selección de pueblos de Castilla-La Mancha pero… ¿Y la vuestra?
Sí, ya lo sé. Me he dejado un montón de pueblos que merecen la pena en Castilla-La Mancha. Alarcón, Yeste, Liétor, Letur, Chinchilla de Montearagón, San Clemente y un largo etcétera que seguro iré incluyendo en próximas ediciones. Pero ya avisé que sucedería. Así que ahora es vuestro turno. ¿Cuáles son para vosotros los pueblos más bellos de esta comunidad autónoma? ¿Qué lugares consideráis que han faltado en esta selección? Es momento de que os mojéis vosotr@s pero, sobre todo, de que planifiquéis un escapada a la tierra de los gigantes.
Fuente: El Rincon de Sele
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