Es uno de los lugares más inhóspitos del planeta pero al mismo tiempo una de las maravillas del mundo: el desierto del Sáhara, la mayor superficie de arena de la Tierra, alberga algunos de los paisajes y lugares más fascinantes y es una visita imprescindible para viajeros. Esta es la crónica de un recorrido por dos de sus áreas más atractivas: el Gran Erg Occidental, una extensión de arena del tamaño de Andalucía, y la zona de Ghardaia y su entorno, declarada Patrimonio de la Humanidad.
Arenas y dunas hasta donde alcanza la vista en el Sáhara
Marzo de 2018. El Sáhara se puede visitar desde varios países, pero Argelia es el que abarca la mayor superficie y gran parte de los lugares de mayor interés. Obtengo el visado turístico para visitar Argelia en el consulado de Alicante, ya que, afortunadamente, han reducido las exigencias y basta con justificar una reserva de hotel en el país para que te lo concedan, sin necesidad de contratar los servicios de una agencia turística argelina, como hasta fechas recientes. Alicante, además, es posiblemente la ciudad del mundo con mejores conexiones con Argelia ya que tiene varios vuelos diarios a Argel y Orán, además de conexiones por mar con el ferry.
Dromedarios en el Gran Erg Occidental del Sáhara
En un vuelo de apenas una hora, más corto que ir a Madrid, llego al aeropuerto de Argel, la capital argelina, en el que es, sin duda, el vuelo más breve desde Alicante a la capital de otra nación. A pesar de estar tan cerca y de ser un país fascinante, Argelia es casi totalmente desconocido y con un turismo prácticamente insignificante, especialmente de alicantinos y españoles, que por distintas razones, incluyendo los prejuicios, ignoran los grandes atractivos del que es el país más grande de África y el noveno en tamaño del mundo.
Cambio apenas 10 euros en la oficina bancaria del aeropuerto, lo mínimo para el taxi con el que me traslado al hotel y lo primero que hago tras ocupar la habitación es encaminarme hasta la plaza de Port Said, en pleno centro de la ciudad, para cambiar euros.
Todavía se ven jaimas en algunas partes del Sáhara
Resulta que el dinar, la moneda argelina, tiene un cambio oficial de alrededor de 135 por euro, pero en esta plaza, que se ha convertido en sede oficiosa del mercado negro, el euro te lo cotizan a más de 205. Los cambistas están en plena plaza, al aire libre, y te cambian los euros sin ninguna cautela, ya que se trata de una actividad consentida por las autoridades, que hacen la vista gorda. Además, los cambistas suele ser gente honesta y no se suelen dan casos de timos.
La ganancia con el cambio en el mercado negro supera el 40 por ciento, por lo que recurro a él durante toda mi estancia en Argelia y, obviamente, descarto el pago con tarjeta de crédito, que cotiza el dinar al cambio oficial. En todas las ciudades importantes y siempre en lugares céntricos, hay mercado negro. La elevada cotización del euro es consecuencia de las estrictas limitaciones oficiales a obtenerlos a través de bancos y entidades financieras por todos aquellos argelinos que quieren viajar al extranjero.
Muchas mujeres jóvenes han modernizado su indumentaria
Al día siguiente, a mediodía, vuelvo al aeropuerto, pero a la terminal nacional, para un vuelo a Ghardaia, la capital del valle del Mzab, en pleno Sáhara. Me llama la atención que pese a ser un vuelo interior tengo que rellenar una tarjeta con todos mis datos, obligatoria para todos los extranjeros. Es un vuelo en un avión de hélice de hora y media.
Panorámica de una de las cinco ciudades del valle de Mzab
A la llegada a Ghardaia me aborda un policía y con una amabilidad exquisita me pide que vuelva a rellenar otra hoja con mis datos y me recaba información sobre mi estancia en Ghardaia. Le digo que tengo reserva en un hotel, que le muestro, y que voy a coger un taxi en la puerta del aeropuerto, pero me lo desaconseja y me dice que él mismo me llamará al taxi. Así lo hace y, ante mi sorpresa, toma todos los datos del taxista. Solo entonces me dice que me puedo marchar y me desea un buen viaje.
Calles angostas y casas de adobe en Ghardaia
Las medidas de seguridad con los turistas en toda la zona del Sáhara argelino por parte de la policía son rigurosas, como consecuencia de algunos atentados cometidos por grupos yihadistas contra extranjeros años atrás, aunque en la actualidad la situación es bastante tranquila. Pese a todo, el turismo es actualmente muy escaso y creo que soy el único turista de todos los pasajeros del avión. Llego al hotel, el único de Ghardaia que he podido reservar por internet, y que acoge a la gran mayoría de turistas de Ghardaia, alrededor de una treintena, incluyendo dos grupos franceses.
Imagen que nos retrotrae a otras épocas
A la mañana siguiente contrato, a través del hotel, a un taxista para recorrer las cinco ciudades del valle de Mzab cuya capital es Ghardaia. Nos ponemos de acuerdo de inmediato ya que me pide una cantidad de dinares que al cambio en el mercado negro apenas suponen 35 euros por todo el día a mi disposición. Hay que tener en cuenta que la gasolina en Argelia es una de las más baratas del mundo, ya que la súper de 95 apenas cuesta 18 céntimos de euro el litro, gracias a las reservas petrolíferas y de gas que tiene el país.
Mezquita del estilo característico del valle de Mzab
La primera visita es Ghardaia, cuya vista panorámica desde un montículo cercano permite apreciar toda su belleza y singularidad, con el minarete de la mezquita dominando la ciudad en todo lo alto, y un conjunto de casas, en forma de cubículos, apretujadas por la ladera de un cerro.
Ciudad amurallada de Bou Noura coronada por la mezquita
La amplia plaza de Ghardaia, situada en la parte baja de la ciudad, es uno de los lugares más pintorescos, ya que acoge un mercadillo con productos turísticos y numerosos comercios que cubren sus fachadas con grandes y vistosas alfombras que tienen a la venta.
La famosa plaza principal de Ghardaia
El acceso a la gran plaza es libre pero si quieres visitar el interior de la ciudad estás obligado a contratar a un guía en la oficina de turismo, aunque apenas cobran un par de euros. Además, en la calle de acceso turístico a la ciudad hay un gran cartel con una serie de advertencias. Así, debes vestir ropa «decente», ajustarte a las horas de visita y no fumar, lo que me parece correcto. Queda otra exigencia que no me gusta nada, y es la «estricta prohibición» a fotografiar a la gente. En realidad, aunque no lo dice, la prohibición se refiere solo a las mujeres, y ello se debe a su especial atuendo, único en el mundo.
El gran cartel con las exigencias a los visitantes
Camino por las angostas y oscuras callejuelas de Ghardaia, que forman una especie de círculos concéntricos con respecto a la mezquita, y de vez en cuando me cruzo con lugareñas, cubiertas de pies a cabeza por una especie de sábana, a modo de vestido, que tiene un orificio mínimo, lo imprescindible para poder asomar un ojo para poder contemplar por dónde caminan. Como solo pueden tener un ojo al descubierto las mujeres se lo van turnando para no perder visión con el otro, según me comentan. Esta especie de sábana, que da una imagen fantasmagórica, es el vestido tradicional desde hace un milenio de las mujeres mozabitas, una secta del Islam que se asentó en esta zona del Sáhara a comienzos del siglo IX y que constituye el núcleo originario de la población de Ghardaia.
El vestido de las mujeres les confiere un aspecto fantasmagórico
Por supuesto que no todas las mujeres visten así. Fuera de los cascos antiguos de las cinco ciudades del valle la mayoría de las mujeres apenas llevan el pañuelo para cubrirse el cabello, ya que en su mayoría no son mozabitas. Tres de las cinco ciudades del valle de Mdab es obligatorio visitarlas con guía, y de todas ellas la más aferrada a la tradición es El Atteuf.
Las mujeres sólo tienen un ojo al descubierto
El paisaje de esta zona del desierto está casi monopolizado por secarrales, pequeños y áridos cerros, y algunos palmerales salpicados de pequeños huertos regados con el agua que se recoge de las escasas lluvias y que se dosifica y distribuye a las zonas cultivadas mediante un complejo sistema de acequias y canalizaciones.
Callejuela de El Atteuf, la ciudad más antigua del valle
En los días siguientes, con el mismo taxista, completo la visita de las ciudades y viajo al único erg o desierto de arena próximo a la zona, situado a unos 50 kilómetros de Ghardaia, donde contemplo por primera vez en este viaje las famosas dunas del Sáhara. En esta parte del desierto las temperaturas son agradables al final del invierno, sin calores agobiantes, e incluso las noches son frescas. En verano ya es otro cantar.
Paseo en dromedario por el erg cercano a Ghardaia
Mi siguiente etapa es el Gran Erg Occidental del Sáhara, un territorio del tamaño de Andalucía cubierto de dunas y arena, totalmente inhóspito, con la única excepción del oasis de Timimoun y algunos menores de su entorno. Se encuentra a más de 600 kilómetros al suroeste de Ghardaia, y me desplazo hasta allí en un cómodo autobús, en un recorrido que me ocupa prácticamente todo el día y por el módico precio de 5 euros.
Grandes dunas en las proximidades de Timimoun
Llego a Timimoun al anochecer y me traslado al hotel Gourara, que con sus cuatro estrellas presume de ser el mejor hotel argelino en todo el Sáhara. Con el cambio en el mercado negro me puedo permitir este lujo ya que me sale a 49 euros la noche, incluyendo el desayuno. Salvo algún mochilero que se hospeda en hotelitos y garitos de la ciudad, los pocos turistas que visitan Timimoun se alojan en este hotel. Los atentados yihadistas acaecidos en el Sáhara sigue inhibiendo al turismo pese a los años transcurridos desde que se produjeron y a las fuertes medidas de seguridad aplicadas por el gobierno argelino.
Chilaba y turbante típico de la ciudad de Timimoun
Al día siguiente lo primero que hago es recorrer Timimoun, conocida como «la ciudad roja» por el intenso tono de este color de la mayoría de sus edificios. Recorro la avenida principal de Timimoun, donde se concentran la mayoría de edificios y establecimientos relevantes, y me llama la atención unas construcciones de forma cónica y color granate salpicadas de púas. Me dicen que son mausoleos de relevantes islamistas, aunque mi nulo francés y, por supuesto árabe, me dificultan al máximo la comunicación con los lugareños, muchos de ellos con su vestimenta típicamente sahariana y que, por lo general, se muestran amables y receptivos.
Mausoleos en la avenida principal de Timimoun
Para hacer excursiones recurro al hotel, que tiene contactos con las agencias turísticas de la zona. Me localizan a un conductor-guía con todoterreno y por el módico precio de 45 euros recorro durante todo el día el circuito más famoso de Timimoun, de más de un centenar de kilómetros. Además, consigo entenderme con el conductor, ya que habla italiano, que ha aprendido en sus diez años de trabajo con turistas de todo el mundo. Por el contrario, no habla ni una palabra de castellano porque «eres mi primer cliente español en diez años», me dice en italiano. Le digo que aunque no lo crea algunos españoles han viajado a esta zona, pero que la gran mayoría suelen viajar en grupo y con circuitos programados.
Aldea de adobe abandonada en un pequeño oasis
El conductor me explica que tiene que dar parte de este tour a la policía, cosa que efectúa en las oficinas de una especie de cuartel. Es un requisito muy sencillo comparado con el que se hacía en los últimos años, y que obligaba a cada uno de estos vehículos turísticos a ir escoltado de otro vehículo policial. Así y todo me dice que a uno de los lugares que le propongo visitar, un antiguo castillo de forma cilíndrica situado en las dunas, no se puede ir por razones de seguridad.
Vista aérea de un oasis cerca de Timimoun rodeado de arena
Obviamente, no se puede visitar Timimoun sin contemplar el Gran Erg Occidental, una de las mayores extensiones de arena del mundo. De los distintos lugares donde contemplarlo recomiendo la colina situada a la salida de la pequeña localidad de Ksar Kadour, a unos 50 kilómetros de Timimoun. Desde ella se tiene una perspectiva hasta el infinito de las dunas, que en esta zona adquieren una tonalidad suavemente amarillenta.
Vista de un ksar, antigua fortaleza cerca de Beni Aissi
Otro lugar espectacular para divisar la inmensidad de las dunas es la encantadora aldea de Beni Aissi, a unos 10 kilómetros de Ksar Kadour. Desde una colina que domina el pequeño oasis se pueden contemplar las bellísimas dunas, aquí de color albero, con algunas palmeras esparcidas en la zona más cercana al oasis. La belleza del lugar se acrecienta hasta límites que parecen irreales con la impresionante imagen de un viejo e imponente castillo de un rojizo adobe.
Las dunas color albero de Beni Aissi
En el entorno de Timomoun existen varios e imponentes ksar, nombre con el que se identifica tanto a las partes antiguas de las localidades como a las fortalezas y castillos en ruinas del desierto. Los más destacados son los de tres existentes en Beni Aissi y los otros tres de Aghled.
El castillo en ruinas de Beni Aissi rodeado de arena
Un sitio pintoresco y de imprescindible visita, a apenas 10 kilómetros de Timimoun, es Ighzer, una localidad presidida por un imponente ksar y rodeada por una aldea de casas de adobe en gran parte abandonadas y con un pequeño palmeral.
Fortaleza y tumba en Ighzer
También se puede contemplar en Ighzer una construcción de un blanco inmaculado en forma de pirámide, que es la tumba de un prócer islamista, y visitar una gigantesca cueva en cuyo interior los lugareños escapaban del calor desde tiempo inmemorial. Puedes obtener una excelente vista panorámica de esta aldea desde una roca situada sobre un precipicio en una sierra cercana.
Panorámica de Ighzer, aldea cercana a Timimoun
En Timimoun las temperaturas son altas y ya a finales de invierno se alcanzan y superan los 30 grados, con noches cálidas. En verano las temperaturas son casi insoportables ya que se alcanzan fácilmente los 45 grados. No sorprende, con tales calores, que hasta en las construcciones de adobe más modestas se pueden ver instalaciones de aire acondicionado.
Jinete en traje de fiesta con su fusil en Timimoun
De regreso de una de las excursiones diarias doy un paseo al atardecer por las calles de Timimoun y tengo la suerte de tropezarme con una fiesta, una especie de mawlid de pequeñas dimensiones, con jinetes disparando sus rifles con pólvora y con caballos bellamente engalanados, acompañados por un grupo de fusileros y una banda de música.
En Timimoun coincido con una fiesta local
Este espectáculo me da la oportunidad tomar fotografías de los participantes, y también de los espectadores, los lugareños, sin que apenas lo noten, ya que por lo general son reacios a dejarse fotografiar. Algunos tienen grandes turbantes y chilabas pero no hay tuaregs, ya que para localizarlos hay que ir más allá de Tamanrasset, al sur del Sáhara, un área que todavía resulta problemática por su proximidad con las fronteras de Níger y Malí, países por los que pululan algunos comandos yihadistas. Afortunadamente pude contemplar a los tuareg, los famosos «hombres azules del desierto», en otros viajes a Libia y Malí.
Fusileros preparados para desfilar en la fiesta de Timimoun
Tres días después termino mi estancia en Timimoun y en el desierto del Sáhara pero prosigo mi viaje por Argelia con un vuelo que me deja en Orán, desde donde iré recorriendo la cornisa mediterránea para conocer sus grandes ciudades, entre ellas la pintoresca Constantine, que me recuerda a Cuenca, y las soberbias ruinas de ciudades romanas, tres de las cuales han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Argelia, y especialmente la zona del Sáhara, me parece de visita obligada. En cuanto a su gente es en general muy amable y amistosa.
Fuente: Diario Información
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